Heather Schiller

Historia: "El fin de semana del Día del Padre de 2012, la trayectoria de nuestras vidas cambió para siempre cuando el primo y compañero de piso de mi padre llamó con la noticia: Cáncer. Terminal. De seis meses a un año.

"Mi padre tenía 62 años y todos los síntomas habituales del cáncer de colon. Aunque no sabía de qué se trataba, sabía que era algo grande; al no tener trabajo ni seguro médico, no podía permitirse grandes cosas. Así que ignoró cada síntoma, hasta ese fin de semana en que el dolor se hizo demasiado fuerte. Cuando le dieron el alta, mi marido y yo lo trasladamos a nuestra casa. Tenía 32 años cuando la mayoría de nuestros amigos estaban siendo padres o formando familias, nosotros de repente éramos cuidadores; tomando lo que parecía decisiones de vida o muerte.

"Aunque a veces la carga era increíblemente pesada, tuvimos diez meses para reír y crear recuerdos antes de despedirnos definitivamente de la Tierra el 6 de abril de 2013. Todo fue tranquilo en el frente sanitario hasta finales de febrero de 2015. No me encontraba mal, pero de repente no podía retener nada en el estómago. Cada vez que conseguía beber un poco de agua, la vomitaba y algo más. No era una enfermedad "normal", así que decidimos ir a urgencias. Me diagnosticaron cáncer de colon en estadio IV el 27 de febrero de 2015.

"Tenía 34 años, ningún síntoma y sólo fui a urgencias porque estaba deshidratada. Tres días después me desperté de una colonoscopia de urgencia y me diagnosticaron mi propio cáncer.

"De cuidadora a enferma de cáncer, caminaba en los zapatos de mi padre".

"No había conmoción ni miedo. El cáncer hacía tiempo que había dejado de doler, pero me dolía el corazón por mi marido, Fred. Fred trabajaba cuatro días a la semana y llevaba y traía a mi padre del tratamiento. Fue en Fred en quien me apoyé mientras luchaba por aprender a criar a mi padre. Y ahora, él tendría que hacerlo todo de nuevo. El tratamiento era increíblemente agresivo. Si había un efecto secundario o una posible complicación, yo (nosotros) lo experimentábamos juntos. Lo que más temía era perder el sentido del humor. Que el dolor, la angustia y el estrés fueran demasiado y de alguna manera cambiaran mi visión de la vida.

"Resultó ser todo lo contrario. Con cada giro difícil, está claro que Dios ya ha labrado nuestro camino. Puso ángeles a lo largo del camino que nos levantan con oraciones, amor y bondad. Cuando necesitamos desesperadamente un suave recordatorio de que ÉL dirige este barco, ¡aparece un ángel! Y estoy eternamente agradecida de poder experimentar este lado de la humanidad. A finales del año pasado experimentamos otro giro duro, el cáncer regresó y es inoperable. Seguiré con quimioterapia hasta que Dios decida lo contrario. No hay dolor y las lesiones son pequeñas. Sí, me transformo en el duende de la quimio cada dos semanas, pero cada día bueno que me regalan es un día lleno de alegría y risas".

Consejos: "Comprende que los tablones de anuncios están llenos de los peores escenarios. Cuando me hicieron la inversión de la ostomía, basándome en los tablones de anuncios, pensé que pasarían meses antes de que pudiera salir de casa; un mes después ya estaba bien. Y no, no me molesté en publicar en un tablón de anuncios porque estaba ocupada viviendo".